jueves, 18 de diciembre de 2008

Fragmento de otra vida.

Y lo mató, como había matado cientos antes. A nadie pareció sorprenderle, todos debían estar acostumbrados al Verdugo. No hubo lágrimas ni palabras de pena. La atención ya estaba puesta en la nueva vida que se estaba gestando. El líder del clan se dirigió a mi.

- Dame la caja, y el triturador. - Lo dijo con la superioridad natural con la que se dirige a sus súbditos normalmente.

Le di mis aperos. Empezó a desarrollar el trabajo con normalidad enrollando los papeles y dándole vueltas al triturador. Cuando ya estaba por finalizar, se le prendió la mirada pirómana al encender el mechero y acercarlo a la mecha de esa bomba revientacráneos con forma de antorcha. Creí que nadie iba a detenerlo. Estaba a punto de empezar a prender la explosiva materia vegetal cuando de una patada el Mariscal entró en la sala rodeado de su guardia de honor irrumpiendo en medio de la sala.

- Alto todo el mundo. – El Mariscal desenrolló el pergamino que traía y comenzó a leer.- Según decreto real, el Maestre Hugo Di Cambiasso debe ser detenido y llevado ante el Emperador acusado de herejía y de alta traición. ¡Detened a sus colaboradores y prendedles los papeles y las armas! - Exigió con voz fuerte y desafiante. El Maestre bajó la cabeza sabedor de su destino. El mismo destino al que él había condenado a millones de personas. Ahora en sus ojos, hace unos segundos llenos de vida y ansias de poder, se podía ver la espera de un largo y doloroso juicio por la herejía que iba a llevar a cabo, y por las matanzas que ya había cometido.

El Mariscal se dirigió hacia el Altar Mayor, antes presidido por la imponente figura del Maestre, y exigió cumplir su mas alto privilegio cómo miembro de la Familia Real y fue él, y no el traidor, el hombre encargado de encender la mecha y demostrar la utilidad de esa extraña bomba, que no era mas que un armatoste ideado hace miles de años atrás para prender con fuego puro las mentes de los hombres dispuestos a sucumbir al Caos por alcanzar el estado conocido como Iluminación.

martes, 16 de diciembre de 2008

Diez lunas, no diezmil.

Marchito y atado sin ti está
pobre suicida que es mi corazón
Se enamoró de una princesa
que le avanicaba el alma
desde que mordió su vida hace
diez lunas. Añoro cada despertar.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Una sombra que muta

Es preciso que deje claro que soy una sombra. Aunque suene confuso es la realidad. El cómo o el por qué no están claros. No recuerdo nada de antes de ir apareciendo paulatinamente en la pared que se transformo en mi vida, mi cuerpo se fue formando a medida que algo me empujaba hacia delante, no tuve total consciencia de mi mismo hasta que estuve completo, durante esa gestación mi cuerpo no estaba inerte, funcionaba conducido por un titiritero invisible, imperceptible para mi. Me fui asomando a esta nueva realidad asombrado por cada sombra que se me unía formando una figura humana, un relieve recortado y fusionado con la textura árida del ladrillo que formaba la pared desconchada, antes cubierta con una gruesa piel de vivo color, ahora desollada por la humedad insaciable que avanzaba día tras día pudriendo los muebles. Cuando todos las sombras nos unimos y me formamos, transformamos todo el caos y la duda que nos carcomía desde el instante en que íbamos apareciendo sobre la vieja pared en una densa y extensa sensación de unidad y de paz interior, reflejada ahora en nuestro oscuro contorno. En mi silueta de mujer. Fui consciente de mi esencia mas pura, la vida que habitaba en mi, la memoria vital. La frontera de mi cuerpo estaba en constante roce con la luz que impregnaba la polvorienta habitación de un recuerdo de tiempos mejores. El mismo Sol que la había visto levantarse de sus cimientos y resultar un tierno hogar, era el que ahora desconchaba la fachada y secaba la buganvilla, antes repleta de miles de brillantes flores antiguamente bañadas en su luz dorada, en una silenciosa lucha contra la humedad reinante en el ambiente que intentaba pudrir también los techos y las vigas de olivo, y que maldita ella, lo estaba logrando. Sentí como la humedad intentaba traspasar la piel de mi protectora, y adherirse a sus jóvenes huesos, pero un intenso manto de amor la protegía contra ese mal. Nosotras, las sombras, yo, la sombra, vivo en simbiosis con los protectores, repartida en cientos de miles de millones de sombras, una pequeña zona de alivio donde descansar de la infinita lucha contra la luz, el cobijo de un protector ante la luz. Y es que las sombras no somos de ciertas formas, solo las adoptamos momentáneamente, todas somos una, pero estamos condenadas. Malditas. Malditas desde tiempos inmemoriales. Maldecidas por el egoísmo atroz que embaucó el corazón de la luz, convirtiendo toda su energía en puro odio, irradiando ese odio a todas las pobres almas desde sus puntos de energía pura llamados soles. Miles de millones repartidos atacándome formando galaxias. Galaxias de formas inverosímiles y que habitan el universo, llevando el odio impregnado en su luz a todos los rincones posibles. Maldita luz, encarnada en esos odiosos soles, todos tan arrogantes y posesivos que crean vida dependiente de ellos para poder matarlos poco a poco, silenciosamente y sin causar pavor ni siquiera levantar sospechas. Cánceres y locura es lo que siembran. Odio y muerte lo que son. Sangre y matanzas lo que consiguen.

Soy una sombra individual, y soy un fragmento de la sombra. Difícil que lo entiendas si no eres una sombra. Puedes aceptar el hecho, sobreentenderlo y zarandearlo de un lado a otro de tu mente, pero no lo entenderás, nunca sabrás lo que significa. Da igual, yo no sé lo que significa ser humano, ser corpóreo. Tampoco lo deseo. Mi protectora avanza al son del latido de su corazón, posando sus huellas unos segundos sobre la capa de polvo que cubre el suelo, polvo grisáceo por la asquerosa luz que permanece imperturbable antes los pasos. Por eso elijo a humanos como protectores, porque me permiten vivir nuevas experiencias con cada nuevo paso suyo.